Dra. Karla Mercedes Romero Santos
DICiM – CECAM

“Las experiencias siempre te harán crecer”, era lo que a diario me repetía para ayudar a otros y poder lograr con éxito el año escolar, sin duda, único en la historia, lleno de sentimientos, experiencias; matizado con valentía y esperanza. Recuerdo como si fuera ayer, cuando un martes dije: “nos vemos la siguiente semana”, sin imaginar que sería la última vez en mucho tiempo que pisaría las aulas.

Llegó la pandemia como una ráfaga de viento que estremece hasta los huesos, inesperada, sorpresiva y cruel, sin embargo, con una gran lección, que nos mostró lo fuerte, dedicados, apasionados, valientes, altruistas y solidarios que podíamos llegar a ser. La docencia en tiempos de COVID–19, fue un bálsamo ante días sumamente difíciles; por las pérdidas, el miedo al contagio, estrés y agotamiento que se vivía a diario en la atención de pacientes, el poder compartir tiempo con los alumnos y la satisfacción de contribuir con un granito de arena en su aprendizaje fue pieza fundamental para salir avante de esta travesía.

Las clases en línea fueron todo un reto, en primer lugar, porque no todos estábamos familiarizados con las plataformas, tanto los alumnos como los maestros no sabíamos con exactitud la dinámica que podríamos generar en dichos espacios, lo que ocasiona incertidumbre, sin embargo, gracias a nuestros coordinadores pudimos iniciar en tiempo y forma. Recuerdo mi primera clase pensando que el futuro me había alcanzado, pues me encontraba hablándole a mi cámara sin la seguridad si me escuchaban o veían, sin embargo, con todo el entusiasmo les compartí que ese sitio sería un lugar seguro, donde aprenderemos unos de otros, que intentaría brindarles siempre la confianza necesaria para que se expresaran libremente y que todos nos dirigiremos con respeto.

Considero que algunas de las estrategias que me ayudaron a lograr los objetivos de la materia fueron: siempre estar disponible a través de nuestro grupo de whatsApp, donde podíamos tener una comunicación casi inmediata, en cada clase mostrar interés por los avances de cada alumno, eso incluía estar pendiente de su estado anímico y circunstancias personales que quisieran compartir para ayudarles de la mejor forma posible, fue una experiencia inolvidable conocer y tener, en varias ocasiones, como pacientes a sus familiares que de forma entusiasta, colaboraban en la clase, muchos de los alumnos desarrollaron grandes habilidades en la edición y grabación de vídeos didácticos, que hacían la sesión mucho más divertida, con simulaciones que ellos mismos estructuraban en base a la búsqueda de información.

En cada clase siempre busqué que desarrollaran la habilidad de investigación e interrogatorio clínico, intentaba mantener su atención en todo momento, con ejemplos, analogías, fomentando la práctica reflexiva. Intenté también, que desarrollaran su capacidad de síntesis con mapas mentales, cuadros sinópticos e infografías, siempre en la medida justa. Vaya que este año fue genial, a pesar de todas las circunstancias que nos tocaron vivir, el orgullo y la satisfacción de ser docente, es el eterno elixir que cura el alma, gracias UNAM por darme la oportunidad de conocer grandes seres humanos, en esta ocasión a través de un lente, el día de mañana quizá lo sea personalmente.